viernes, 23 de diciembre de 2011

La complejidad gremial en salud

Los trabajadores de salud no son distintos de otros en su concepción más amplia, o mejor decir, no pueden considerarse de otra manera que no sea la de "trabajadores". Esto merece el mote de obvio y sin embargo es imprescindible dejarlo claro antes de cualquier comentario sobre el tema porque las particularidades en cuanto a su productividad suelen confundir. Pero no es intención en este pensamiento discurrir sobre tópicos que abarquen la medición de resultados en salud a partir de la producción de los trabajadores del sector sino que se pretende dejar opinión sobre las dificultades y complejidades en la definición de objetivos gremiales.
Mayormente los reclamos salariales ocupan los primeros lugares en las prioridades, sin embargo en salud se asocian siempre con el impacto en las condiciones sanitarias de la población y no tiene que ver con las posibilidades asistenciales en momentos de retención de servicios, sino que intenta relacionarse a las condiciones laborales en general con la posibilidad de mejores condiciones sanitarias en general. Pero este nexo no es tan sencillo puesto que dichas condiciones sanitarias experimentan mejoras cuando se puede avanzar francamente sobre los determinantes socio económicos y ambientales, pero no es tan fácil asociar a los trabajadores de salud con esas acciones sino que más bien con la calidad asistencial.
Ahora bien, uno puede pensar que esa falta de conexión entre la inercia asistencial del trabajo en el sector y las posibilidades de mejoras preventivas poblacionales depende de las políticas globales que se implementen, y eso sería correcto, pero entonces la gremialidad debería tener una alta flexibilidad como para abordar objetivos distintos acordes a los paradigmas reinantes, es decir que debería adaptar el discurso para que no quede disociado el reclamo con la consecuencia sanitaria.
Sin embargo, cuando los trabajadores organizados logran interpretar su rol frente a la comunidad es probable que no se necesiten correcciones constantes ni vueltas abruptas de timón, porque es desde el seno del sector salud que deberían compatibilizarse intereses propios y comuntarios y así fijar lineamientos políticos futuros que no dependan de distracciones fugaces por más rimbombantes que parezcan. Lógicamente que estas definiciones abarcan la defensa irrecstricta del trabajador de salud individualmente en cuanto a sus condiciones laborales y remuneración, pero ya no como única opción gremial.
También es cierto que las asociaciones gremiales han debatido por años sobre políticas sanitarias e inclusive han hecho explícito conclusiones plausibles, pero queda la sensación que no se ha podido integrar, todavía, todo ese bagaje teórico a las luchas territoriales y en mi parecer es por lo expuesto anteriormente, o sea que el enfoque meramente reivindicativo ha dejado en estado de coherencia relativa a las posturas sobre políticas globales.
Esta complejidad del espectro gremial determina desafíos ineludibles para dichas asociaciones, puesto que si no se puede desde las organizaciones de los propios trabajadores fijar pautas que superen la inmediatez es probable que se siga perdiendo representatividad y legitimidad, con la resultante obvia que será el triunfo definitivo de las corporaciones en la definición de modelos y esto, entre otras cosas, mantiene la prioridad del recurso material sobre el recurso humano lo que afecta negativa y directamente la variable de derechos individuales y colectivos por la que se cree estar luchando.
Las opciones intelectuales y organizacionales simpre están latentes, sobre todo en épocas de cambios con clara intencionalidad inclusiva y de suma de derechos, solo es cuetión de ponerse a la altura de tales circunstancias.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Las políticas provinciales de salud son los planes nacionales?

La pregunta es agresiva en sí misma. Pero tiene una explicación sencilla.. es que intentó ser agresiva.
Obviamente la respuesta es un NO rotundo si se debe contestar con rigurosidad monosilábica, sin embargo si tenemos la posibilidad de utilizarla a manera de disparador de debates, seguramente encontraremos muchos puntos comunes entre los programas verticales y las priorizaciones de problemas de salud en la Provincia, y esto no significa que tales planes y programas respondan exactamente a necesidades preestablecidas en el seno de cada Provincia (aunque a veces suceda), sino que mayormente las provincias suelen acoplarse a las normativas y actividades de ellos por diversas cuestiones, entre las que contamos preferentemente, las referidas a la financiación.
Es decir, que el consabido problema de presupuestos escasos en las carteras sanitarias provinciales de alguna manera obliga a incorporar toda posibilidad de financiación externa con el fin de sobrevivir parcialmente en la jungla de exigencias que se presentan  en el sector salud habitualmente. Y en esto se incluyen recursos materiales pero también recursos humanos, que tapan baches, que ayudan a disimular inequidades preexistentes en el mejor de los casos, pero que jamás representan cabalmente lo que se necesita.
Es lógico pensar que los programas nacionales no tienen porqué diseñarse para resolver todos nuestros problemas, sino que solo deberían ser herramientas que hagan homogeneos algunos lineamientos de consenso sanitario. Sin embargo, cuando la ecuación predominante es la dependencia del financiamiento más la ausencia de políticas propias, el resultado obligado es que dichos planes y programas tienden a transformarse en la base del accionar de los ministerios de salud provinciales.
En este sentido viene bien la anécdota, nuestra provincia ha mostrado una deficiente capacidad de reflejos para resolver las ausencias y necesidades del primer nivel de atención en salud y aparece el programa de médicos comunitarios, en ese momento representaba la solución integral a la desprotección del sector APS y se consideraba ideal y milagroso. Luego ocurre cambio de ministro nacional y el programa cambia conceptualmente y pasa a denominarse programa de médico de familia, fue entonces que lo consideramos óptimo y lógicamente ideal y milagroso. Pero todo volvió a las fuentes con un nuevo cambio de ministro nacional y se retoma la conceptualización de médico comunitario, creo que ya todos adivinaron cual fue nuestra opinión.. "por fin volvió el programa ideal y milagroso". En cada cambio, adherir significaba contar con contratos nacionales para profesionales y su rechazo es impensado desde donde se lo mire, pero parece que esta situación dejó inhibida la posibilidad de pensar una estrategia propia de incorporación y formación de recursos humanos para desarrollar políticas sanitarias de corte comunitario.
Ahora bien, ni los programas pretenden ser políticas globales ni quienes lo ejecutan creen que representan todo el universo de acciones a desarrollar en salud. Entonces por qué adquieren tanto vuelo? Solo por el dinero que viene en sus bolsillos? o nuestros cuadros político - sanitarios son inexistentes?. El combo de ambas cosas, como decíamos antes, es seguramemente la verdad sobre nuestra realidad. Esto en sí no es ni bueno ni malo, cuando no hay posibilidades de fijar políticas descentralizadas, solo dependerá de que tan eficiente sea el o los programas ofrecidos, e inclusive podría hasta pasar que sean favorecedores de políticas futuras.
Pero si optamos por generar políticas a partir de la direccionalidad de planes verticales estaremos dejando olvidadas las particularidades sanitarias regionales y las diferencias de modelos asistenciales, y cuando las diferencias y las particularidades no se tienen en cuenta, lo globalizante ocasiona inequidades nuevas (esto ya lo sabemos no?), aunque la intención original sea plenamente inclusiva.
La nota no pretende antagonizar entre planes nacionales y políticas provinciales, sino que intenta alertar sobre las consecuencias de confundirlos en una sola cosa.