sábado, 15 de septiembre de 2012

La dictadura que me involucra

Entre dichos, malentendidos y hasta argumentaciones nos debatimos entre dos modelos de país. Y abono con esto la estructura binaria de la política actual aunque esto no sea estrictamente exacto, pues es cierto que hay diversidad en las propuestas pero a la hora de fijar posturas hay un alineamiento feroz en contra de las decisiones oficiales y pareciera que mágicamente todas las diferencias previas entre biblias y calefones desaparecen.
Los dichos se elaboran desde intereses corporativos o desde convencimientos ideológicos, pero a la hora de exponerlos suelen tergiversarse y se traducen hacia los oídos desprevenidos en malentendidos más o menos resonantes. Quizás esa naturaleza confusa, o mejor dicho "confundida", de los dichos haga que no tengan más destino que transformarse en principalísimo basamento de fútiles debates, e inclusive tan superficiales resultan que creo que son los verdaderos responsables de estas posiciones BLANCO/NEGRO a la que me refería al principio, por la simple razón que no se pueden admitir matices cuando las verdades escasean (los que intentan navegar estos mares son catalogados rápidamente de "menos mentirosos que.., más razonables que..., etc. hundiéndose en la tibieza que odian los odiadores y repudian los luchadores).
En fin, las argumentaciones resultantes de estos entuertos son, por lo tanto, muy débiles y por lo tanto a la hora del debate se prefieren los dichos. A falta de bases creíble es esperable qeu el resultado se el incomunicación total, pero yo preferí tomar una de esas afirmaciones que se lanzan como verdad absoluta, y analizarla desde mi pequeño reducto. Me refiero a la caracterización de este gobierno como dictadura.
Se podrían enumerar hechos que demuestren lo contrario pero creí necesario poner mi propia participación en este gobierno a discusión para intentar rebatir esa sentencia.
En mi lugar de trabajo intento sumar a todos los sectores involucrados con la temática que me ocupa, inclusive con entidades que podrían tener lineas antagónicas en algún momento. Además, las decisiones las tomamos en asambleas con trabajadores y representantes de municipios, las prioridades de trabajo y de asistencia también se discuten en estos ámbitos. Por otro lado, informamos cada una de las acciones que llevamos a cabo, medimos su impacto en cada sector y sometemos a tales acciones a la posibilidad de cambios según consensos. También intentamos incluir a los más desprotegidos y normatizar en base a políticas de equidad y progresividad arancelaria.
Que haría un odiador en mi lugar? Cual sería la actitud democrática faltante?

miércoles, 11 de julio de 2012

Catarsis eran las de antes.


Y sigo dando vueltas sobre lo mismo, lo que me carcome la cabeza día a día, debe ser por esa sincera sensación de fracaso personal que me dejó el paso por las más encumbradas esferas de la cartera sanitaria.
Me sigo reprochando no haber sabido o podido ensamblar las necesidades actuales con las argumentaciones de asambleas pasadas. 
Maldita coyuntura, enrasadora de ideologías, picadora de carne humana.
No puedo resolver todavía el dilema, o mejor dicho la confusión creada a partir de mezclar urgencias sanitarias con políticas prioritarias de salud. Es difícil identificar a la distancia el momento exacto en que matar mosquitos se hizo más importante que los controles prenatales, o en que debate decidimos que el emblema preventivo era estornudar en el antebrazo, pero lo cierto es que tales amenazas y emergencias declaradas nos consumieron tiempos preciosos y yo particularmente, me encargué de mandar a la cola de espera consignas que declamé en tribunas diversas, y hasta me pareció natural y necesario cambiar revolución por descacharrización.
Obviamente que la firmeza en las convicciones es lo primero que se pone en dudas acá, y aunque los molinos de viento hayan sido de tamaño considerable y sirvan como excusa de café, está por demás claro que no me probé el traje de Quijote ni por un segundo. 
Pero, más allá de las inconsistencias y temores propios, insisto en la situación que sin dudas se planteará una y otra vez, es decir el dilema de urgencia sanitaria versus políticas de salud. Porque para resolver esta antinomia les aseguro que no dependerá de una gestión de salud determinada, sino que de una serie de definiciones que no deberían emerger del seno del mismo sector que las confunde. Quiero decir que no sería justo que a quienes, como sociedad, les encargamos frenar desastres sanitarios les demos al mismo tiempo la responsabilidad de ser los encargados de diseñar modelos inclusivos, equitativos y progresistas de salud.
Finalmente (y para compartir lo que para mi es una luz en el camino) quiero mencionar las potencialidades de la salud comunitaria, que superan largamente las prácticas basales de resolución de problemas ya instaurados en el circuito salud - enfermedad, y emerge como promotora de neo paradigmas en donde los objetivos se puedan diferenciar y hasta asignar a estructuras diferenciadas también. 
El desafío de trabajar por la salud es abarcativo de la sociedad toda, absolutamente intersectorial y, si se pretende resultados eficientes, profundamente popular. 
Cuando las consignas y la agenda las diagramemos desde la comunidad en vez de los grupos de expertos, seremos más certeros a la hora de resolver problemáticas prevenibles, más interdisciplinarios para las cuestiones asistenciales y más transparentes al momento de fijar prioridades futuras.
Trabajando la salud desde estos ángulos comunitarios también permitiremos a las estructuras formales lucir sus saberes sin culpa.
Con las correspondientes disculpas del caso, me despido. 

sábado, 31 de marzo de 2012

El que sabe, sabe

..y el que no sabe es jefe.
Como todo dicho popular este seguramente encierra algo de verdad, y cualquiera de nosotros puede poner más de un ejemplo que lo corrobore. Además también es posible que las causas que hayan determinado esta situación sean de altísima variabilidad, pudiendo ir de un deficiente proceso de selección técnica hasta un maquiavélico plan de destrucción o desacreditación de estamentos, y también es probable que cualquiera de nosotros tenga hipótesis para cada caso individual y en general.
No creo que haga falta desarrollar el concepto de jefatura para saber que en sistemas verticalistas esa figura puede ser decisiva en el funcionamiento de una organización o estructura, y esto trae aparejado consecuencias imprevisibles. Y digo esto porque los humores diarios, las experiencias vividas, los amiguimos, la capacidad para soportar presiones y otros factores más de tono variable, determinan la direccionalidad de políticas y de acciones que, de esta manera, no podrán anticiparse.
Ahora bien, podemos intentar llegar a la cúspide de esas estructuras con los mejores, mejorando sistemas tales como concursos, controlando así que las capacidades técnica teóricas de quienes lleguen a cargos jerárquicos sean las correctas. Pero jamás podremos controlar la impronta personal y podrá ser jefe el que más sabe, pero eso tampoco nos aseguraría previsibilidad y coherencia.
Creo que es momento de pensar en estructuras más horizontales, haciendo realidad la tan mentada "participación" pero de modo real, deliverativa y ejecutiva y no tan delegativa. Claro que cambiar la lógica de ley de gallinero será un proceso de tiempos prolongados. Pero es realizable, depende solo de nosotros y tiene la enorme ventaja que las consecuencias nunca pueden ser peores que las devenidas del verticalismo por la sencilla razón que en un sistema participativo el que sabe aporta y comparte sus ideas, que serán bien recepcionadas cuando no estén teñidas con ningún condimento que realce miserias personales, lo que se traduce en un perfecto sistema de autocontrol.
Obviamente que no estoy diciendo ni inventando nada nuevo, solo quería incentivar la discusión respecto a esto que ha dado frutos interesantísimos en experiencias tales como los presupuestos municipales participativos o las políticas de salud comunitaria que se han llevado a cabo en distintos lugares.

viernes, 2 de marzo de 2012

Crecen desde el pie

Si las cloacas son "salud", entonces que agarren la pala los enfermeros.
Obviamente que esta apreciación nos resulta ridícula sobre todo por lo extremo de la afirmación, pero si desgranamos un poco la frase, nos encontramos rápidamente con la necesidad de que idóneos con visión sanitaria se involucren en diseños tales como pavimento, agua potable, cloacas, viviendas, lugares de esparcimiento, red eléctrica o el propio modelo productivo de una región. E inclusive uno puede llegar a pensar (soñar?) que en los contenidos y conceptos del sistema educativo también se puedan tener injerencias innovadoras con fines sanitarios.
En fin, serían incontables las situaciones o actividades en donde la mirada del sanitarista resultaría útil para lograr mejores grados de calidad de vida, y de tantas imaginables es consecuencia natural que las empecemos a considerar utópicas. Por otro lado es difícil de visualizar un panorama cercano con mecánica de consulta permanente a sectores relacionados a salud, sin embargo ese camino lo han transitado otros sectores y hasta han obtenido éxitos relativos interesantísimos. El ejemplo más palpable es el medio ambiental, en donde se ha podido, aunque más no sea, obligar a pensar en las consecuencias de cualquier actividad que pueda modificar el equilibrio existente, y más allá de los resultados es obvio que se ha impuesto esta óptica, en casi todos los sectores, de manera transversal.
Salud es distinto, salud no logra incorporarse como visión prioritaria ni obligatoria en casi ninguna actividad o situación que desarrollen sectores ajenos. Falta de estrategia? Falta de marketing?. Pueden existir varios factores, pero quizás lo más cercano a una explicación sea la propia incertidumbre del sector salud sobre los alcances reales de este tipo de "prevención no convencional".
Aunque, afortunadamente, son casi inexistentes quienes puedan ignorar el peso de los determinantes socio económicos, culturales o ambientales sobre la salud de la población, y esto se puede ver claramente, por ejemplo, al momento de los diseños de trabajos científicos en donde se miden riesgos. En todos los casos, tales determinantes son variables obligadas. Y sin embargo, al momento de recomendaciones, somos los propios habitantes de este colectivo salud los que fijamos las limitaciones de las acciones. Para que se entienda mejor, si conclusionamos sobre lo vital que resulta el tipo de vivienda para la aparición o agravamiento de enfermedades, solo nos atreveríamos a proponer soluciones si tuvieramos disponibles vacunas contra el hacinamiento.
Entonces, para el adentro, habría que trabajar sobre la conjunción de conocimientos y políticas sanitarias, sobre el concepto de responsabilidad sectorial frente a los desafíos sociales, y también sobre las propias posibilidades de contribuir positivamente sobre esas actividades no convencionales de prevención.
Con "nosotros" (sector salud) dejando de ser "nosotros" y convencidos de que el concepto salud debiera excedernos, seguramente "el afuera" será más amigable.

domingo, 12 de febrero de 2012

Nunca terminaremos de pintar hospitales?

Repasando políticas aplicadas, intencionalidades y hasta deseos explícitos de los últimos años, he caído en la cuenta que la viabilidad presupuestaria en salud para tratar de asegurar la asistencialidad es de una exclusividad llamativa. Pero ojo, que ni siquiera hablo de equidad asistencial, sino que solo de la asistencialidad en su formato más básico, o sea que las preocupaciones que ocupan más espacio y expedientes son aquellas que tienden a dotar al sistema de salud de los elementos imprescindibles para asistir al enfermo con la mayor eficiencia y complejidad posible.
Esta inercia no puede parar, no se puede desatender la provisión de insumos, sumar ambulancias, intentar actualizaciones constantes del equipamiento médico, mantener las condiciones edilicias adecuadas mínimas, etc, e inclusive es imposible pensar, en la actualidad, en ninguna estrategia preventiva global sin asegurar el campo terapéutico para las consecuencias de los fracasos individuales de tales estrategias. Sin embargo, esas condiciones cuasi óptimas del recurso asistencial están cimentadas sobre argumentaciones ideológicas dudosas, puesto que las necesidades que le dieron origen no solo estaban cruzadas por intereses económicos de corporaciones y laboratorios sino que el propio hecho de no revisar, periódicamente, a dichas necesidades  habla a las claras de (al menos) su desactualización  y, por ende, de su consecuente pérdida de objetividad como elemento diagramador en las políticas sanitarias.
Pero volvamos a la hipótesis del comienzo, o sea que las políticas de salud no han podido (excepto en los apropiados aspectos discursivos) superar las barreras de lo estrictamente presupuestario, limitandose circularmente, a contener la demanda desde el terreno de lo posible y poniendo toda la capacidad de sus recursos humanos en esa tarea. Este tipo de políticas se han visto y se ven, como obligadas y, como lo señalé más arriba, creo que hay en esta apreciación gran parte de verdad, pero también creo que justamente en ese mismo convencimiento radica una buena porción del problema.
Intento explicarme brevemente, creo que el hecho de intentar cumplir con la premisa de asegurar el "derecho a la salud" (así suele entederse el derecho a asistencia médica) inhibe toda posibilidad de pensar a la salud desde otros aspectos, y esto lo creo así por el simple hecho que a dicha tarea es imposible darla por terminada, e inclusive se retroalimenta exigiéndose complejidad cada vez más costosa y es ahí donde el famoso presupuesto adquiere preponderancia, poniendo límites a los deseos de terminar esa bendita etapa de organización de servicios asistenciales, que hemos perseguido todos, desde siempre.
A este panorama interno, del propio colectivo salud, hay que sumarle lo que la comunidad ha interpretado, culturalmente, como lo que corresponde hacerse en el aspecto sanitario. Nos encontramos con una lógica coincidencia plena, pues la sociedad ha mamado durante muchísimo tiempo el discurso de la responsabilidad estatal limitada al algodón, la curita y la vacuna. La participación comunitaria, entonces, se reduce a la exigencia de mejores servicios y hostelería para cuando su salud ya ha sido afectada. Una perfecta coincidencia de objetivos, aunque así haya sido impuesto desde debates ajenos.
Finalmente, es justo decir que el esfuerzo para mantener este equilibrio es absolutamente honesto y debe valorarse. Lo que queda fuera de estos lineamientos revisten la categoría de utopías, pero... no es el momento político ideal para plantearlas?.

martes, 24 de enero de 2012

La viabilidad de la convivencia entre los profetas del contenido y los repetidores de slogans

Cada vez se hizo más frecuente hablar de profundización del modelo, y el “vamos por más” o el emblemático “nunca menos” se impusieron como mandato popular para las gestiones noveles y renovadas.
Obviamente, y como era esperable, empezarán los desacuerdos devenidos de no haber fijado para ese claro mandato, la velocidad de cambios o la calidad efectiva de las transformaciones. Y entonces, en ese cuadro de inconsistencia, pueden aparecer soluciones pasatistas, burocratizadas y gatopardistas (piedra libre para el militante ochentoso) promovidas desde todos los vértices de la estructura, que empiezan a desalentar a quienes involucraron su vida en el marco de un proyecto nacional con intenciones revolucionarias. A saber, dentro del mismo espacio y bajo ese mismo paradigma de profundizaciones de derechos y conquistas sociales conviven los profetas del contenido y los repetidores de slogans.
Ahora bien, más allá del confuso panorama, es difícil imaginar finales catastróficos para el proyecto, sobre todo si tenemos en cuenta que los sectores que le han ido dando sustento a este espacio político son proclives al debate y esta cualidad es la mejor garantía para sobrellevar y superar todo escollo posibilista que pongan en el camino los repetidores de slogans, que naturalmente no son adictos a los avances significativos puesto que deberían aprender nuevos slogans, con lo dificultoso que es esto para quienes deben compatibilizar estas consignas con sus viejos resabios ideológicos liberales o con sus prejuicios culturales y religiosos.
Este pensamiento no admitiría disgregaciones sectoriales puesto que la situación se repite en cada uno de los rincones y hasta debajo de la alfombra, sin embargo se puede tomar a modo de ejemplo al colectivo salud (perdonen la insistencia) para redondear la idea. Nótese que no se identifica salud como sector, sino como colectivo, por el simple hecho de ser lo suficientemente amplio el espectro de potenciales aportantes al debate de la temática como para centrarlo solo en quienes detentan guardapolvos o chaquetas. Es esta misma condición la que habilita la ejemplificación de dicho pensamiento original.
Repasemos algunos conceptos/slogans: “salud para todos”, “mayor equidad”, “priorización de la prevención y la promoción”, y muchos otros tan rimbombantes como estos. Centrémoslo ahora en uno de ellos, tomemos la “mayor equidad” y veamos donde se ubican los repetidores de slogans y los profetas del contenido frente a semejante desafío.
La equidad es un objetivo que se puede abordar desde múltiples ópticas, los repetidores de slogans optarán seguramente por asegurar el acceso a la atención médica, a las vacunas, e inclusive a la complejidad en tendencia de igualdad creciente, sin embargo los profetas del contenido intentarán sumarle a esto, igualdad de condiciones de vida, de saneamiento ambiental o de riesgos frente al complejo de determinantes de salud que abarca las anteriores. Claramente se puede apreciar que el nivel de compromiso es absolutamente diferente, aunque las intencionalidades sean buenas en todos los casos, y también es a todas luces obvio que unos pueden autoabastecerse para el logro de sus metas mientras que los otros no pueden prescindir de elementos tales como la participación comunitaria o la lucha contra los factores distribuidores de desigualdades.
Pero retomo la percepción sobre lo bueno de las intenciones de los dos casos, porque esto ha hecho que la convivencia sea posible y que inclusive los caminos a recorrer cuenten con direcciones paralelas en muchos casos. Pero la ausencia de un debate maduro sobre los alcances de las profundizaciones que deberían darse puede ser fatal para dicha convivencia, puesto que el repetir las intenciones de mayor equidad indefinidamente provoca hartazgo y desilusión cuando se ignoran situaciones de desigualdades tan determinantes en las condiciones sanitarias individuales y de la población en general que hablar de políticas de salud que tiendan a la equidad suena más slogan que nunca.
También es absolutamente cierto que los grupos que aquí definimos tajantemente tienen sus grises e inclusive están entreverados de tal manera que si en algún momento hiciera falta, también nos encontraríamos  con serias dificultades para tamizarlos.
Finalmente, las acciones que tiendan a profundizar el modelo y sus tiempos de implementación no son pasibles de improvisaciones y es por esto mismo que la herramienta del debate no es un capricho de político universitario (como me llamó una vez algún asesor) sino que es la más clara opción para fijar parámetros o lineamientos de consenso que permitan terminar con el famoso vicio de cambiar algo para que no cambie nada.