martes, 24 de enero de 2012

La viabilidad de la convivencia entre los profetas del contenido y los repetidores de slogans

Cada vez se hizo más frecuente hablar de profundización del modelo, y el “vamos por más” o el emblemático “nunca menos” se impusieron como mandato popular para las gestiones noveles y renovadas.
Obviamente, y como era esperable, empezarán los desacuerdos devenidos de no haber fijado para ese claro mandato, la velocidad de cambios o la calidad efectiva de las transformaciones. Y entonces, en ese cuadro de inconsistencia, pueden aparecer soluciones pasatistas, burocratizadas y gatopardistas (piedra libre para el militante ochentoso) promovidas desde todos los vértices de la estructura, que empiezan a desalentar a quienes involucraron su vida en el marco de un proyecto nacional con intenciones revolucionarias. A saber, dentro del mismo espacio y bajo ese mismo paradigma de profundizaciones de derechos y conquistas sociales conviven los profetas del contenido y los repetidores de slogans.
Ahora bien, más allá del confuso panorama, es difícil imaginar finales catastróficos para el proyecto, sobre todo si tenemos en cuenta que los sectores que le han ido dando sustento a este espacio político son proclives al debate y esta cualidad es la mejor garantía para sobrellevar y superar todo escollo posibilista que pongan en el camino los repetidores de slogans, que naturalmente no son adictos a los avances significativos puesto que deberían aprender nuevos slogans, con lo dificultoso que es esto para quienes deben compatibilizar estas consignas con sus viejos resabios ideológicos liberales o con sus prejuicios culturales y religiosos.
Este pensamiento no admitiría disgregaciones sectoriales puesto que la situación se repite en cada uno de los rincones y hasta debajo de la alfombra, sin embargo se puede tomar a modo de ejemplo al colectivo salud (perdonen la insistencia) para redondear la idea. Nótese que no se identifica salud como sector, sino como colectivo, por el simple hecho de ser lo suficientemente amplio el espectro de potenciales aportantes al debate de la temática como para centrarlo solo en quienes detentan guardapolvos o chaquetas. Es esta misma condición la que habilita la ejemplificación de dicho pensamiento original.
Repasemos algunos conceptos/slogans: “salud para todos”, “mayor equidad”, “priorización de la prevención y la promoción”, y muchos otros tan rimbombantes como estos. Centrémoslo ahora en uno de ellos, tomemos la “mayor equidad” y veamos donde se ubican los repetidores de slogans y los profetas del contenido frente a semejante desafío.
La equidad es un objetivo que se puede abordar desde múltiples ópticas, los repetidores de slogans optarán seguramente por asegurar el acceso a la atención médica, a las vacunas, e inclusive a la complejidad en tendencia de igualdad creciente, sin embargo los profetas del contenido intentarán sumarle a esto, igualdad de condiciones de vida, de saneamiento ambiental o de riesgos frente al complejo de determinantes de salud que abarca las anteriores. Claramente se puede apreciar que el nivel de compromiso es absolutamente diferente, aunque las intencionalidades sean buenas en todos los casos, y también es a todas luces obvio que unos pueden autoabastecerse para el logro de sus metas mientras que los otros no pueden prescindir de elementos tales como la participación comunitaria o la lucha contra los factores distribuidores de desigualdades.
Pero retomo la percepción sobre lo bueno de las intenciones de los dos casos, porque esto ha hecho que la convivencia sea posible y que inclusive los caminos a recorrer cuenten con direcciones paralelas en muchos casos. Pero la ausencia de un debate maduro sobre los alcances de las profundizaciones que deberían darse puede ser fatal para dicha convivencia, puesto que el repetir las intenciones de mayor equidad indefinidamente provoca hartazgo y desilusión cuando se ignoran situaciones de desigualdades tan determinantes en las condiciones sanitarias individuales y de la población en general que hablar de políticas de salud que tiendan a la equidad suena más slogan que nunca.
También es absolutamente cierto que los grupos que aquí definimos tajantemente tienen sus grises e inclusive están entreverados de tal manera que si en algún momento hiciera falta, también nos encontraríamos  con serias dificultades para tamizarlos.
Finalmente, las acciones que tiendan a profundizar el modelo y sus tiempos de implementación no son pasibles de improvisaciones y es por esto mismo que la herramienta del debate no es un capricho de político universitario (como me llamó una vez algún asesor) sino que es la más clara opción para fijar parámetros o lineamientos de consenso que permitan terminar con el famoso vicio de cambiar algo para que no cambie nada.