miércoles, 11 de julio de 2012

Catarsis eran las de antes.


Y sigo dando vueltas sobre lo mismo, lo que me carcome la cabeza día a día, debe ser por esa sincera sensación de fracaso personal que me dejó el paso por las más encumbradas esferas de la cartera sanitaria.
Me sigo reprochando no haber sabido o podido ensamblar las necesidades actuales con las argumentaciones de asambleas pasadas. 
Maldita coyuntura, enrasadora de ideologías, picadora de carne humana.
No puedo resolver todavía el dilema, o mejor dicho la confusión creada a partir de mezclar urgencias sanitarias con políticas prioritarias de salud. Es difícil identificar a la distancia el momento exacto en que matar mosquitos se hizo más importante que los controles prenatales, o en que debate decidimos que el emblema preventivo era estornudar en el antebrazo, pero lo cierto es que tales amenazas y emergencias declaradas nos consumieron tiempos preciosos y yo particularmente, me encargué de mandar a la cola de espera consignas que declamé en tribunas diversas, y hasta me pareció natural y necesario cambiar revolución por descacharrización.
Obviamente que la firmeza en las convicciones es lo primero que se pone en dudas acá, y aunque los molinos de viento hayan sido de tamaño considerable y sirvan como excusa de café, está por demás claro que no me probé el traje de Quijote ni por un segundo. 
Pero, más allá de las inconsistencias y temores propios, insisto en la situación que sin dudas se planteará una y otra vez, es decir el dilema de urgencia sanitaria versus políticas de salud. Porque para resolver esta antinomia les aseguro que no dependerá de una gestión de salud determinada, sino que de una serie de definiciones que no deberían emerger del seno del mismo sector que las confunde. Quiero decir que no sería justo que a quienes, como sociedad, les encargamos frenar desastres sanitarios les demos al mismo tiempo la responsabilidad de ser los encargados de diseñar modelos inclusivos, equitativos y progresistas de salud.
Finalmente (y para compartir lo que para mi es una luz en el camino) quiero mencionar las potencialidades de la salud comunitaria, que superan largamente las prácticas basales de resolución de problemas ya instaurados en el circuito salud - enfermedad, y emerge como promotora de neo paradigmas en donde los objetivos se puedan diferenciar y hasta asignar a estructuras diferenciadas también. 
El desafío de trabajar por la salud es abarcativo de la sociedad toda, absolutamente intersectorial y, si se pretende resultados eficientes, profundamente popular. 
Cuando las consignas y la agenda las diagramemos desde la comunidad en vez de los grupos de expertos, seremos más certeros a la hora de resolver problemáticas prevenibles, más interdisciplinarios para las cuestiones asistenciales y más transparentes al momento de fijar prioridades futuras.
Trabajando la salud desde estos ángulos comunitarios también permitiremos a las estructuras formales lucir sus saberes sin culpa.
Con las correspondientes disculpas del caso, me despido.