viernes, 8 de noviembre de 2013

Políticas Participativas. La experiencia del ICAB.

Las políticas participativas en nuestro caso (Instituto de Control de la Alimentación y Bromatología) se reducen a dos grandes principios de gestión a los cuales adherimos incondicionalmente, horizontalidad e intersectorialidad.
Este esquema estratégico de gestión se eligió por convicciones ideológicas que responden a la idea de gobierno abierto y horizontalidad participativa en las decisiones de los organismos oficiales.
Respecto al concepto de horizontalidad, este requiere de un tiempo deliberativo fundamental que en un sistema vertical típico no se utiliza y por ende se podría pensar que esa fase de debate demora las decisiones, pero si bien este planteo tiene una obvia razonabilidad, nosotros creemos que mucho más determinantes son los tiempos de implementación de esas políticas públicas, y nos atrevemos a asegurar que esos tiempos de discusión no solo no representan “tiempo perdido”, sino que por el contrario es la base para acortar los procesos posteriores. En este sentido también es razonable deducir que cuando las propuestas vienen del seno de las mismas personas encargadas de implementarlas, cuando las dudas sobre su aplicabilidad han sido resueltas por ellos mismos y cuando la importancia y priorización de tales propuestas han sido fijadas por el conjunto, los tiempos para llevar a cabo dichas políticas no solo se acortan definitivamente sino que adquieren una lógica eficiencia operativa, devenida de la apropiación individual y grupal de la medida resolutiva elegida.
En cuanto a la intersectorialidad hay que decir que es menos discutida como concepto aunque muchas veces se utiliza declamativamente pero sin mucha predisposición para compartir decisiones con otros actores. En nuestro caso, el convencimiento sobre su importancia no solo viene dado por conceptualizaciones teóricas previas sino que también por la misma necesidad de resolver problemáticas complejas que mal puede intentarse abarcar unilateralmente.

Horizontalidad.
Las políticas desarrolladas bajo este paradigma de gestión participativa han sido en su mayoría informales, con la idea de su naturalización. Para ello se convocaron asambleas con el personal del Instituto con propósitos variados, en donde no faltó la cuestión reinvidicativa pero también se trataron temas relacionados al andamiaje administrativo y técnico en sí mismo, o propuestas relacionadas con capacitaciones e inclusive a estrategias de imagen ante el sector productivo y la sociedad en general.
Otro ejemplo de políticas horizontales son las asambleas resolutivas con municipios, en donde se convoca a los responsables de las áreas de bromatología de todas las localidades de la provincia y se discute a temario abierto desde la fundamentación hasta la  estrategia de implementación de cada una de las propuestas presentadas. Cabe aclarar que estas asambleas tienen carácter resolutivo y soberano, y el ICAB toma como política propia lo que aquí se decide por consenso.

Intersectorialidad.
El mejor ejemplo de políticas intersectoriales impulsadas desde el ICAB es la mesa intersectorial provincial de la alimentación en donde participaron, en varias instancias realizadas en distintos puntos de la provincia, diversos estamentos que pudieron abordar problemáticas comunes que los atraviesan con disímiles ángulos y que por lo tanto provocan visiones y priorizaciones diferentes ante cada uno de estos problemas. La amplitud de participantes muchas veces dificulta la operatividad en las posibles soluciones pero al mismo tiempo brinda una mirada integral que minimiza las sorpresas posteriores.
Para que se tenga una idea de cuan amplia es la convocatoria basta con mencionar los organismos que han participado: ICAB, SENASA, INTI, INTA, Dirección General de Fiscalizaciones y Defensa del Consumidor del Ministerio de la Producción, Secretaría de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social, Secretaría de Salud (área nutrición, municipios saludables y enfermedades no trasmisibles) del Ministerio de Salud, Subsecretaría de Agricultura Familiar del ministerio de Agricultura de Nación, Colegio de Profesionales (veterinarios, ingenieros especialistas, bioquímicos), Unidades académicas universitarias (ingeniería en alimentos, bromatología, nutrición, agronomía), Organismos no gubernamentales (ACELA, ACER, PAS) y productores independientes.
En este marco tan multisectorial es lógico dudar del poder resolutivo de estas mesas de trabajo, sin embargo las problemáticas que se han tratado han pasado a formar parte obligada de los temarios de espacios de discusión más pequeños, así como también se ha logrado que toda política que se desarrolle desde cualquier sector no ignore las implicancias que puede causar en otro, lo que representa una nueva dinámica de pensar programas y normativas con visiones más integrales de parte de cada uno de los que han participado en esta experiencia.
Otra instancia de Intersectorialidad propulsada desde nuestro instituto es la mesa de gestión local para la economía social y solidaria en Concordia, con participación de ICAB, CAFESG, INTA, Desarrollo Social municipal, Bromatología municipal, UNER y Subsecretaría de Agricultura Familiar. Esta otra experiencia ha obtenido impactantes resultados en cuanto a estímulo productivo y capacitaciones.


Todo lo que se ha podido perder al aplicar este tipo de políticas participativas queda ampliamente justificado cuando se visualizan los logros respecto a  transparencia, confianza mutua, eficiencia y mayor compromiso. El tiempo dirá. Otros evaluarán.

domingo, 13 de octubre de 2013

La revolución será sanitaria o sólo una reforma.

La salud es un derecho, se dice. Pero no estamos muy seguros si se refiere al derecho a recibir atención médica o al derecho de no enfermar.
Las estructuras formales de salud pueden ofrecer muchas alternativas a la hora de asistir al enfermo, los centros de atención primaria o los propios hospitales con sus distintos grados de complejidad garantizan que toda persona que requiera atención médica pueda obtenerla.
Estas estructuras formales que decimos pueden asegurar el derecho a la asistencia médica, qué pueden hacer para evitar enfermedades y asegurar el derecho a permanecer saludable de la población?. Las vacunas son una de las respuestas posibles, pero no todas las enfermedades son inmunoprevenibles. La información sobre cómo cuidarse es otra variante, y se obtienen aquí también algunos éxitos sanitarios importantes, sin embargo no hay muchas enfermedades que dependan de la ilustración personal exclusivamente.
Para ir desatando el nudo es conveniente repasar el concepto de “determinantes de la salud”, que son los múltiples factores que inciden sobre la salud individual y poblacional. Los hay biológicos, hereditarios, personales o familiares, sociales, ambientales, alimentarios, económicos, laborales, etc. (Una de las frases más recordadas de Ramón Carrillo es “Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas") y esto demuestra que la prevención no podría ser efectiva desde esas estructuras formales a las que nos venimos refiriendo, por la simple razón que es difícil para el sistema de salud controlar desde un consultorio las agresiones al medio ambiente, o la accidentología vial, o las condiciones laborales, o el acceso a la vivienda, al agua potable o cloacas, etc. Ahora bien, si la prevención de enfermedades depende de tantos factores, es lógico imaginar que deben ser muchas las áreas que intervengan para lograr evitar que tales factores actúen en detrimento del estado de salud. Y aunque nunca se diga claramente, aunque no se tenga mucha consciencia de esto, así ocurre.
En estas épocas que corren es muy habitual escuchar que la salud ha sido uno de los pilares de la década, que los avances en salud han sido unos de los logros más importantes, y se nombra para ejemplificar las nuevas vacunas incorporadas al calendario, o la cantidad de centros asistenciales que se han creado o re equipado, la disminución increíble de la mortalidad infantil, las guerras ganadas contra pestes, la incorporación de programas de clara concepción preventiva (como por ejemplo municipios saludables, aunque queda para otra oportunidad la evaluación sobre la prioridad que este tipo de programas tiene en el andamiaje de los ministerios de salud) y afortunadamente muchos etcéteras, pero la realidad es que los éxitos sanitarios no terminan ahí e inclusive es probable que algunos otros, provenientes de otros sectores de gobierno distintos de Salud, hayan sido más decisivos en cuanto a la prevención, como han sido las asignaciones tanto para hijos como para embarazadas, las políticas para disminuir y conservar empleos, las políticas inclusivas en general, las mejoras en los ingresos en trabajadores y jubilados, las mejoras en el acceso a viviendas, la abundante obra pública para proveer agua potable y cloacas, etc.

Resumiendo, Salud sigue aumentando los grados de equidad asistencial, pero el otorgamiento del derecho a no enfermar es una tarea transversal e intersectorial que actualmente se lleva a cabo con características inconscientes, por lo tanto esta década tiene a la Salud como logro, pero hasta que la mirada sanitaria de todos los sectores no sea variable prioritaria en el diseño de sus políticas, entonces también será deuda.
Y para desbarrancar definitivamente (aunque amparado por otra máxima de Carrillo "el arma más poderosa de una nación es la salud") me atrevo a reclamar que las estructuras del estado incorporen y prioricen la cuestión sanitaria por sobre cualquier otra cuestión, que se considere el derecho a la salud como la madre de todos los derechos. Así también me animo a sentenciar esto de "la revolución será sanitaria o sólo una reforma" y no me caben dudas de la posición por la que ha optado este proyecto político.

jueves, 3 de octubre de 2013

Control y Prevención en Alimentos. El Huevo y la Gallina.

En la subjetiva relación entre CONTROL y PREVENCIÓN no siempre hay equilibrios que respeten la causalidad o la retroalimentación positiva que uno se imagina. Habitualmente se tiende a pensar que a mayor control habrá necesariamente mayores niveles de prevención, y esta afirmación a priori irrefutable, se desvirtúa rápidamente cuando la balanza se inclina con sentido estricto hacia los controles. Trataré de explicar esta afirmación desde el ejemplo de un organismo en particular, el Instituto de Control de la Alimentación y Bromatología.
En este organismo estatal se llevan a cabo las habilitaciones de establecimientos y productos alimenticios, así como los medios de transporte de tales productos, como acción principal y leitmotiv de dicho instituto. Para esta tarea dispone de una estructura orgánica que ha girado alrededor de estos objetivos, o sea de control de registros de establecimientos, productos y transportes, y a pesar de tener otras aristas encomiables dentro de sus funciones, como lo son la capacitación y el asesoramiento, estas tareas han sido aledañas a las metas centrales descriptas.
Aparte de estas características estructurales orientadas al control puro, tenemos también la cuestión cultural que nos habla de las prácticas habituales que se desarrollaban en la institución. La tradición de trabajar en base a controlar el cumplimiento de las normas como único ítem técnicamente especializado termina orientando el trabajo hacia el único rol posible de oficina administrativa.
Esto hace que se piense el control como objetivo, actividad y finalidad, y tomarlo con este status absolutista redunda en políticas que solo se permitirán orientarse a mejorar este sistema para mayores grados de eficiencia administrativa, ocasionando lo que puede denominarse como “la burocratización del sistema de control”. Esta situación sólo retroalimenta tal circuito burocrático y olvida o minimiza su rol sanitario.
Las consecuencias que sobresalen tienen que ver con la diagramación de políticas públicas con fuerte componente de regulación interna y poco o nada de promoción, a saber: Dictado de normas estrictas que inhiben el uso del sentido común en favor de la menor carga en la toma de decisiones. Desarrollo de actividades de inspectoría que se enfoquen más en el correlato administrativo que en la detección de riesgos. Fortalecimiento de las unidades estructurales relacionadas con lo punitivo en detrimento de la incorporación de agentes con visión y profesión sanitaria.
La resultante de este desbalance es la consecuente delegación de responsabilidades sanitarias en productores, comerciantes, transportistas y el propio consumidor. Para traducirlo en idioma más cercano, es como sumar (y profesionalizar en las acciones represivas) constantemente policías para disminuir la inseguridad como única medida posible y sobre todo como única respuesta posible ante la subsistencia del problema. Se despreocupan de las múltiples causas de la inseguridad y los decisores terminan por delegar responsabilidad a otros estamentos de la sociedad.
Por el contrario, un enfoque preventivo en bromatología, utilizaría el sistema de control para sus fines y no podría jamás permitirse el desbalance porque toda acción llevada a cabo desde un organismo de este tipo conlleva necesariamente la estrategia de “control” como herramienta fundamental. Las responsabilidades aquí se "comparten" con quienes tienen objetivos comunes (inocuidad de los alimentos en general) como son los productores, comerciantes, transportistas y consumidores.
Perdonen el juego de palabras, pero para resumir, se puede controlar para prevenir enfermedades de trasmisión alimentaria o controlar para evitar que alguien no respete las leyes. Parece lo mismo no?, pues bien, les aseguro que no lo es.

Voy a desarrollar esta línea de pensamiento en un par de importantes eventos y con lo que surja de allí la seguimos.

lunes, 9 de septiembre de 2013

No nos hablen de lo que falta.

Si hay algo en lo que la mayoría de las posturas políticas coinciden es que a pesar de los avances y conquistas, todavía falta.
Pero que cosa falta?
Es obvio que los sectores que se enriquecieron, o tal vez aquellos que sólo se recuperaron después de haber tocado fondo, en fin sectores que vuelven al proceso de acumulación necesiten, para proteger lo adquirido, mayores grados de seguridad de la propiedad privada. Lo que falta, entonces, para ellos, serían políticas urgentes de baja tolerancia al delito. Y es esta urgencia la que determina que la inclusión no sea bien vista como estrategia porque daría resultados a largo plazo o directamente no los daría y por lo tanto las tendencias efectistas de mano dura empiezan a ser reclamos más habituales en “la gente”.
Por otro lado, los sectores que lograron estabilizar su posición económica social empiezan a requerir reglas de juego libertinas que les permitan hacer uso de su aparente poder relativo para justificar y ensanchar las desigualdades. Firmemente creen que lo obtenido, las conquistas individuales, son producto de lo que cada uno hizo con las herramientas que el sistema les brindó, independientemente de las condiciones externas que condicionan el terreno en donde desarrollan su éxito. Así, estos sectores, consideran “justo” que quien tenga más habilidades, inteligencias o capacidad de esfuerzos puedan tener más y mejores oportunidades para sobresalir, sin detenerse jamás a examinar que los factores que lo favorecieron pudieron haber perjudicado a los que finalmente “fracasaron”. Para ellos lo que falta es menos presión estatal, menos control, porque sería de esta manera que se lograrían regulaciones equitativas, pero si en los sistemas liberales la solidaridad fuera variable de ajuste del modelo, entonces no haría falta el estado, la avaricia sería un delito y el olmo finalmente daría peras.
En otro caso de actualidad ineludible, podemos ver que lo que falta para los sectores de trabajadores que ya han logrado estabilidad y recuperación continua del salario, es mejores condiciones laborales y ajustes de sintonía fina. De allí el reclamo por el impuesto a las ganancias, entre otras cosas. Pero en este caso la direccionalidad ideológica política es la misma que se viene siguiendo y lo que resta definir es el orden de prioridad en donde se ubicaría la lucha por los nuevos derechos.
Por último está lo que la propia militancia oficialista detecta y releva constantemente, y es que hay sectores que todavía no fueron protegidos más que con lo básico imprescindible para sobreponerse a la indigencia. Sectores que esperan algo más que el derrame liberal, esperan oportunidades. 

Es aquí en donde me reconozco más peronista, más kirchnerista. Es en lo que falta, para nosotros, en donde siento que el camino militante que elegí es el indicado. 

lunes, 5 de agosto de 2013

Piedra libre

Las elecciones efervorizan, nos pone en lugares de sensibilizaciones diferentes a las habituales, son momentos especiales en donde afloran recuerdos y esperanzas que desnudan broncas o añoranzas pasadas y sueños.
Por otro lado las circunstancias electorales también exacerban posiciones y tienden a categorizar como irreconciliables cada una de las diferencias previas y disgregar los acuerdos al punto de localizar una nueva distancia. Visto así, no parece el mejor momento para debatir políticas de estado sino que más bien es un panorama propicio solo para fijar posturas inflexibles e incorruptibles.
En estos escenarios se fortalecen posiciones ideológicas y metodológicas que fácilmente encuentran un encuadre intelectual histórico y un posicionamiento geopolítico de estricta actualidad. Paralelamente se construyen verdades de conjunto que evitan las posiciones individuales en el afán de no debilitar las propuestas que desde cada espacio político se hace al ocasional soberano decisor.
En definitiva, estos tiempos terminan por etiquetar a cada uno de nosotros y nos deja asociados a un conjunto de definiciones cerradas que muchas veces resulta un lastre pesado para quienes tenemos, como estrategia de construcción, el debate continuo de ideas. Es así que en esta homogeneización coyuntural quedamos presos de palabras ajenas y solo podemos permitirnos el juego de las interpretaciones para dejar un intersticio por donde filtrar un debate bienintencionado futuro. Obviamente que los llamados "sapos" tienden a alejar a los que se exponen constantemente al debate constructivo y suelen preferir invisibilizarse en estos momentos de verborragia descontrolada de circunstanciales candidatos.
Por eso es que, en estas circunstancias, uno agradece infinitamente cuando se logra tener representantes con coherencia intelectual. Porque más allá de facilitar el trabajo militante de defensa de sus bondades con fines electorales, uno tiene la tranquilidad de no poner en riesgo convicciones ni banderas.
Tranquilidad intelectual, esto me ha dado esta época. Como nunca antes puedo soportar la etiqueta con orgullo, puedo identificarme sin pruritos.
Para lo que haya que enmendar, solucionar, limpiar e inclusive quitar, acá estoy, yo en tanto parte de un proyecto.

Para los acuerdos futuros con los iguales de antes, acá estoy. Para las discordias y luchas contra los disimiles de antes y de siempre, acá estoy.

viernes, 12 de julio de 2013

El panfleto electoral personal

Obviamente este escrito estará contaminado por una parcialidad lógica, devenida mayormente de la pasión con la que vivo estos momentos históricos del País y la Provincia, pero créanme que es honesto y espontáneo.
En cercanías de elecciones y con el clima militante imperante uno se entusiasma y sale a contar y gritar las bondades del proyecto político que lo contiene, sin embargo intentaré explicar mi visión sobre la realidad política contemporánea desde un lugar más aséptico y que conozco con más detalles técnicos y con menos influencias mediáticas. Me refiero a mi trabajo.
Actualmente trabajo en el Instituto de Control de la Alimentación y Bromatología, que es un organismo que se dedica, en resumen, a las tareas que involucran la seguridad alimentaria en general. Como su nombre lo indica este instituto se podría circunscribir al desarrollo de estrategias de control sobre la producción, almacenamiento, transporte, comercialización e inocuidad de los alimentos de origen Entrerriano, sin embargo este gobierno y su respectivo proyecto político no admite que sus estamentos se estanquen en repetitivas acciones predecibles, sino que por el contrario se exige directa e indirectamente que se tomen responsabilidades del calibre de lo sanitario preventivo y de lo social inclusivo para cada una de las estrategias que se encaran y que, a priori, excederían las habituales tareas que dicta la fría orgánica.
Y digo directa e indirectamente porque no sólo se expresan en ese sentido los funcionarios y políticos referentes de este modelo de gestión, pidiendo insistentemente por normas, actividades y proyectos que contemplen a los grupos más desprotegidos como los beneficiarios prioritarios de tales políticas, sino que también en forma indirecta uno se ve involucrado intersectorialmente en proyectos de otras áreas de gobierno que obligan a salirse de la modorra técnica burocrática específica de cada lugar. Y todo esto en un marco de absoluta libertad creadora que ocasiona un feedback positivo sin más regulación que las limitaciones prácticas de tiempo y espacio o las limitaciones más subjetivas como lo son las de nuestra propia imaginación para pensar en cosas cada vez más osadas. 
Y tales posibilidades no son habituales en las gestiones oficiales por la simple razón de la falta de una línea conceptual que más que unificar, enamore. Es así que en nuestro puesto de trabajo particular, y como representante del estado ante un sector específico, se pueden tomar medidas que atenten contra una pretendida eficiencia recaudatoria si se trata de acompañar a productores pequeños que habían sido expulsados del circuito productivo, o se puede acordar responsablemente con ONGs para intentar mayor justicia y equidad en los circuitos comerciales de algunos productos alimenticios que sin regulación resultan prohibitivos y excluyentes, o se puede interactuar con la academia para llegar con capacitaciones a los productores más olvidados, o se puede trabajar conjuntamente con los profesionales del sector como aliados naturales, o se puede consensuar con otros organismos estatales para lograr beneficios palpables de ayuda material a microemprendedores para que puedan producir con mayores grados de seguridad y calidad y etc, etc, sin que nunca alcance y haciendo real aquello de que donde existe una necesidad nace un derecho.
Así es que desde mí experiencia laboral, y robustecido por las simpatías ideológicas, puedo desarrollar políticas que tienden a lograr mayores grados de justicia, equidad y soberanía, y esto es lo que me permite exteriorizar con orgullo mi pertenencia a este sueño.
Me siento parte de un proyecto con banderas enarboladas desde la lejana militancia juvenil y que ahora puedo enriquecerla desde la mismísima gestión de gobierno. Nada más por pedir y espero que con mucho más por dar.
Al final resultó un panfleto nomás.

Pero juro que lo siento así, lo vivo así. Ojala se entienda. 

sábado, 6 de abril de 2013

Prevención No Convencional


Salud no se ha profesionalizado, siempre fue así. Salud, como sistema, no puede permitirse no ser estrictamente profesional para desarrollarse pues sus objetivos primarios, tanto asistenciales como preventivos, requieren de información y acción de especificidad calificada y dada su responsabilidad en el mantenimiento y recuperación del estado de salud de la población, no puede admitir en su seno más opciones que las idóneas al momento de evitar, diagnosticar o eliminar a ese enemigo abundantemente identificado que es “la enfermedad”.
Visto así, la idea de que a la Salud la hacemos entre todos pierde su potencia, y su correlato conceptual, la salud comunitaria, se minimiza a estrategia de complemento. Es decir que la posibilidad de involucrar a todos en el cuidado y recuperación de la salud es una alternativa ante situaciones en donde el “sistema” sanitario convencional no puede resolver el intríngulis.
Una buena muestra de este último planteo es la lucha contra el dengue, en donde las herramientas típicas como son las vacunas, la atención precoz o inclusive la propia acción de terreno con agentes y promotores no alcanzan pues la relación entre recurso humano entrenado (esto también se entiende como profesionalización) frente a la magnitud del problema arroja siempre resultados francamente desfavorables. Es entonces cuando se recurre a la población para que se haga responsable frente a la amenaza. En fin, recién cuando el paternalismo ilustrado no puede protegernos se hace uso de la opción comunitaria.
Pero este camino está grabado a fuego en el protocolo inconsciente de todos nosotros y lo asumimos como absolutamente lógico, sin embargo con poco analizarlo se descubre un agujero por donde se filtra un debate, y empezamos a transitar las dificultades que trae aparejada la aparente discrepancia entre “salud derecho” y “salud obligación”.
Ahora bien, a no confundirse, porque la salud como derecho se entiende solo desde la óptica del otorgamiento y no desde la exigencia. Para ser más claro, este sistema que previa y malvadamente identificamos como paternalista, se desvive por asegurar que la población goce de ese derecho y lo logra en distintos grados según el modelo aplicado, pues es bastante eficiente en la cuestión asistencial, incluso sumando en estas últimas épocas un aditivo imprescindible como lo es la equidad, y un poco menos contundente en la faz preventiva (aunque es imposible medir lo que se evita por el simple hecho de que nunca sucede).
Sin embargo, más allá de estas disquisiciones, y volviendo al punto hay que decir que si la salud derecho implicara la exigencia de no enfermar o de nunca sentirse mal, sería imposible que un área o sistema la pueda asegurar. Nace aquí la necesidad de conceptualizar sobre las responsabilidades de la gente, tanto en su carácter individual  como poblacional, en donde las obligaciones contemplen no dañar la salud propia ni la ajena. Pero tales apreciaciones pueden verse legalmente como obvias y sanitariamente como “disparate”.
Al parecer el debate sobre derechos y obligaciones en salud nos devuelve siempre a la línea de partida y a volver a interpelarnos cíclicamente sobre quienes deberían ser los “proveedores” de salud. Será el “Estado a través de sus cuadros técnicos” o solo “el Estado” (léase pueblo organizado)?
Esta disyuntiva eterna, que incluso tuvo a Evita y Carrillo como protagonistas antagónicos del debate, no se resuelve tomando partido por una opción, pues nunca sería viable. A nadie se le ocurre poner la complejidad médica asistencial en manos de un lego ni el diseño de una red cloacal en manos de dentistas. Sin embargo el solo hecho de pensar que una red cloacal es una acción sanitaria podría acercarnos a las respuestas.
El pensamiento no es novedoso, la salud comunitaria (no como complemento sino que como alternativa) ha sido suficientemente descripta y fundamentada por impecables intelectuales del campo popular, sin embargo este concepto revolucionario requiere previamente un cambio de paradigma que las estructuras formales de salud se resisten fuertemente a que ocurra así como tampoco resulta favorable la tan arraigada imagen de salud como hospital o enfermera pidiendo silencio que tiene la población en general.
Es en este contexto que se pueden proponer estrategias intermedias con la intención clara de mejorar nuestra posición ideológica sanitaria frente al actual diseño sistémico de la salud, tan defendido por conservadores y corporaciones favorecidas.
Por lo descripto anteriormente se desprende que hay muchos agujeros que el sistema imperante no puede abarcar y que sin embargo son reconocidos como importantes factores determinantes del estado de salud de la población. Así es que se abre un espacio para pensar en salud comunitaria sin colisionar, en primera instancia, con las estructuras formales, pues esta estrategia se identifica desde cualquier ángulo como “complementaria” que no es ni más ni menos que el lugar que el paradigma actual le asignó.
Qué es lo que cambia? Pregunta del millón.
El desafío es trabajar desde lugares “no convencionales” asociando toda acción con la consecuencia que trae aparejada en el estado sanitario general e individual, conscientizando así sobre otras formas de ver la salud distintas del ibuprofeno y los rayos X pero tan o más importantes que estas a la hora de medir resultados y que por su transversalidad operativa sea mucho más apropiable por parte de la población, que al día de hoy sigue viendo a los edificios asistenciales como templos lejanos.
En otras palabras, si hacemos cloacas, alfabetizamos, protegemos los alimentos, informamos sobre cómo prevenir accidentes del hogar o viales, inauguramos escuelitas deportivas, llevamos agua potable y muchísimos etcéteras, en realidad no estaríamos haciendo obras de infraestructura, o educación, o control, o asistencia social, sino que, desde este punto de vista propuesto, estaríamos haciendo “prevención no convencional”.
Obviamente este concepto no soporta ningún tipo de cuestionamiento, porque su fundamentación es extremadamente débil, pero su fortaleza radica en al capacidad asociativa entre toda acción y su consecuencia sanitaria.
Para otra oportunidad dejamos la posibilidad de fijar prioridades en salud y su discusión sobre políticas y presupuestos, a partir de esta ampliación de su campo de acción.

lunes, 11 de febrero de 2013

Vamos por más? que dice Ud.?


“Todavía faltan muchas cosas por hacer”, es el latiguillo que más se escucha a la hora de analizar lo actuado y este reconocimiento de que no está terminada a tarea es, a mi humilde entender, la garantía más seria sobre continuidad revolucionaria.
Obviamente que hay temas que requieren sintonía fina, pero hay también otros en donde las acciones faltantes no admiten retoques sino que definiciones basales que orienten las políticas futuras, aunque está más que claro que los principios de equidad y justicia social que sobresalen de cada una de las políticas del gobierno nacional y provincial son en sí mismo el reaseguro de que cada tema tratado no avanzará en alguna dirección equívoca. Sin embargo, y a pesar de lo antedicho, cuando se demora demasiado el debate sobre temas que no se han consolidado ideológicamente se corre el riesgo de provocar confusiones entre quienes adherimos en forma militante a este proyecto de país.
El ítem SALUD es bastante ejemplificador, puesto que si bien se ha logrado mayor equidad y justicia en el aspecto asistencial especialmente (aunque en prevención también, recordemos sin más el tema inmunizaciones, en donde se incrementó de manera fantástica la oferta y accesibilidad de vacunas antes reservadas a poderes adquisitivos privilegiados), es cierto también que la carrera hacia la soberanía del sector frente a industrias insaciables o corporaciones insolidarias está en zona de gateras.
Un dato interesante entre los trabajadores y pensadores de Salud, es su capacidad de auto provocar debates y posteriormente definiciones, que por su propia mecánica democrática de consenso logra imponerse en el “subsector público” primordialmente. Pero este mismo sector es el que no pareciera decidirse a enfrentar esos poderes que mencionamos antes y por razones que no se pueden explicar desde la falta de compromiso sino más bien desde la escasa socialización de información sobre como inciden tales poderes en los objetivos, programaciones y gastos (y la identificación de beneficiarios primarios y secundarios) de las políticas sanitarias.
El modelo político que defendemos es la única esperanza seria para avanzar hacia la soberanía definitiva y ya ha dado pruebas aisladas de que esto es así y que no le teme a estos poderes (ley de genéricos, producción de medicamentos en plantas del ministerio de defensa, entre otras).
Por lo antedicho, es lógico pensar que es muy posible revolucionar las viejas estructuras que comandan o permiten que intereses distintos a los populares sigan guiando y beneficiándose del actual sistema de salud. Por lo tanto, si la voluntad política y la valentía institucional están corroboradas, solo falta que las propuestas nazcan, plurales, desde el propio seno del sector sanitario.
Obviamente que este escrito no intenta clarificar sobre las particularidades del sistema, sus vericuetos y los intereses que lo circundan, sino que solo es una preocupación por la demora de inicialización del debate correspondiente.
Diría Zitarrosa "hay que dar vuelta el viento como la taba, el que no cambia todo no cambia nada"
Queda hecho el convite.