“Todavía faltan muchas cosas por hacer”, es el latiguillo
que más se escucha a la hora de analizar lo actuado y este reconocimiento de
que no está terminada a tarea es, a mi humilde entender, la garantía más seria
sobre continuidad revolucionaria.
Obviamente que hay temas que requieren sintonía fina, pero hay
también otros en donde las acciones faltantes no admiten retoques sino que
definiciones basales que orienten las políticas futuras, aunque está más que
claro que los principios de equidad y justicia social que sobresalen de cada
una de las políticas del gobierno nacional y provincial son en sí mismo el
reaseguro de que cada tema tratado no avanzará en alguna dirección equívoca. Sin
embargo, y a pesar de lo antedicho, cuando se demora demasiado el debate sobre
temas que no se han consolidado ideológicamente se corre el riesgo de provocar
confusiones entre quienes adherimos en forma militante a este proyecto de país.
El ítem SALUD es bastante ejemplificador, puesto que si bien
se ha logrado mayor equidad y justicia en el aspecto asistencial especialmente (aunque
en prevención también, recordemos sin más el tema inmunizaciones, en donde se
incrementó de manera fantástica la oferta y accesibilidad de vacunas antes
reservadas a poderes adquisitivos privilegiados), es cierto también que la
carrera hacia la soberanía del sector frente a industrias insaciables o
corporaciones insolidarias está en zona de gateras.
Un dato interesante entre los trabajadores y pensadores de Salud, es su capacidad de auto
provocar debates y posteriormente definiciones, que por su propia mecánica
democrática de consenso logra imponerse en el “subsector público” primordialmente.
Pero este mismo sector es el que no pareciera decidirse a enfrentar esos
poderes que mencionamos antes y por razones que no se pueden explicar desde la
falta de compromiso sino más bien desde la escasa socialización de información
sobre como inciden tales poderes en los objetivos, programaciones y gastos (y
la identificación de beneficiarios primarios y secundarios) de las políticas
sanitarias.
El modelo político que defendemos es la única esperanza
seria para avanzar hacia la soberanía definitiva y ya ha dado pruebas aisladas
de que esto es así y que no le teme a estos poderes (ley de genéricos, producción
de medicamentos en plantas del ministerio de defensa, entre otras).
Por lo antedicho, es lógico pensar que es muy posible
revolucionar las viejas estructuras que comandan o permiten que intereses
distintos a los populares sigan guiando y beneficiándose del actual sistema de
salud. Por lo tanto, si la voluntad política y la valentía institucional están
corroboradas, solo falta que las propuestas nazcan, plurales, desde el propio seno
del sector sanitario.
Obviamente que este escrito no intenta clarificar sobre las
particularidades del sistema, sus vericuetos y los intereses que lo circundan,
sino que solo es una preocupación por la demora de inicialización del debate
correspondiente.
Diría Zitarrosa "hay que dar vuelta el viento como la taba, el que no cambia todo no cambia nada"
Queda hecho el convite.