Obviamente este escrito estará contaminado por una
parcialidad lógica, devenida mayormente de la pasión con la que vivo estos
momentos históricos del País y la
Provincia , pero créanme que es honesto y espontáneo.
En cercanías de elecciones y con el clima militante
imperante uno se entusiasma y sale a contar y gritar las bondades del proyecto
político que lo contiene, sin embargo intentaré explicar mi visión sobre la
realidad política contemporánea desde un lugar más aséptico y que conozco con
más detalles técnicos y con menos influencias mediáticas. Me refiero a mi
trabajo.
Actualmente trabajo en el Instituto de Control de la Alimentación y
Bromatología, que es un organismo que se dedica, en resumen, a las tareas que
involucran la seguridad alimentaria en general. Como su nombre lo indica este
instituto se podría circunscribir al desarrollo de estrategias de control sobre
la producción, almacenamiento, transporte, comercialización e inocuidad de los
alimentos de origen Entrerriano, sin embargo este gobierno y su respectivo
proyecto político no admite que sus estamentos se estanquen en repetitivas
acciones predecibles, sino que por el contrario se exige directa e
indirectamente que se tomen responsabilidades del calibre de lo sanitario
preventivo y de lo social inclusivo para cada una de las estrategias que se
encaran y que, a priori, excederían las habituales tareas que dicta la fría orgánica.
Y digo directa e indirectamente porque no sólo se expresan
en ese sentido los funcionarios y políticos referentes de este modelo de
gestión, pidiendo insistentemente por normas, actividades y proyectos que
contemplen a los grupos más desprotegidos como los beneficiarios prioritarios
de tales políticas, sino que también en forma indirecta uno se ve involucrado
intersectorialmente en proyectos de otras áreas de gobierno que obligan a
salirse de la modorra técnica burocrática específica de cada lugar. Y todo esto
en un marco de absoluta libertad creadora que ocasiona un feedback positivo sin
más regulación que las limitaciones prácticas de tiempo y espacio o las
limitaciones más subjetivas como lo son las de nuestra propia imaginación para
pensar en cosas cada vez más osadas.
Y tales posibilidades no son habituales en las gestiones
oficiales por la simple razón de la falta de una línea conceptual que más que
unificar, enamore. Es así que en nuestro puesto de trabajo particular, y como
representante del estado ante un sector específico, se pueden tomar medidas que
atenten contra una pretendida eficiencia recaudatoria si se trata de acompañar
a productores pequeños que habían sido expulsados del circuito productivo, o se
puede acordar responsablemente con ONGs para intentar mayor justicia y equidad
en los circuitos comerciales de algunos productos alimenticios que sin
regulación resultan prohibitivos y excluyentes, o se puede interactuar con la
academia para llegar con capacitaciones a los productores más olvidados, o se
puede trabajar conjuntamente con los profesionales del sector como aliados
naturales, o se puede consensuar con otros organismos estatales para lograr
beneficios palpables de ayuda material a microemprendedores para que puedan
producir con mayores grados de seguridad y calidad y etc, etc, sin que nunca
alcance y haciendo real aquello de que donde existe una necesidad nace un
derecho.
Así es que desde mí experiencia laboral, y robustecido por
las simpatías ideológicas, puedo desarrollar políticas que tienden a lograr
mayores grados de justicia, equidad y soberanía, y esto es lo que me permite
exteriorizar con orgullo mi pertenencia a este sueño.
Me siento parte de un proyecto con banderas enarboladas
desde la lejana militancia juvenil y que ahora puedo enriquecerla desde la
mismísima gestión de gobierno. Nada más por pedir y espero que con mucho más
por dar.
Al final resultó un panfleto nomás.
Pero juro que lo siento así, lo vivo así. Ojala se entienda.