Se ha escuchado que la responsabilidad en salud que tenemos
las personas tiene que ver exclusivamente con el auto-cuidado, inclusive se ha
mencionado también que las decisiones que cada uno de nosotros tome es
determinante en los grados de salud que puedan alcanzarse. Y algo de eso hay.
Es a todas luces obvio que más sanos estaremos cuando más nos cuidemos, pero lo
que no es aceptable es medir las desigualdades en salud a partir de actitudes o
decisiones personales.
A ver si aclara con algún ejemplo. Considerar que la
obesidad es responsabilidad propia y que es la consecuencia de un desorden
alimentario provocado por decisión de la persona es una forma simpática de
sacarse el problema de encima y recarga la responsabilidad en la gente en vez
del sistema. Y esto tiene una lógica innegable que es la de las distintas
actitudes que tomamos cada uno de nosotros frente a la alimentación o la
actividad física (para este caso en particular sobre el que estamos
ejemplificando) que repercute directamente en nuestra condición de salud.
Ahora bien si damos por cierto esto de que las enfermedades
tienen un importante componente personal llegaríamos a justificar las
desigualdades como resultados de distintas responsabilidades frente a nuestros
cuerpos y no como un determinante sistémico, pero (siguiendo con el caso-ejemplo
del sobrepeso) esto sólo podría ser
correcto ante una igualdad absoluta de conocimientos nutricionales, acceso al
alimento, condición socio-económica, condiciones laborales, tipo de familia,
etc. O sea, que recién cuando logremos enrasar todos los determinantes de salud
podremos atribuir las desigualdades o distintos grados de salud a cuestiones
meramente individuales.
Al fin de cuentas, reconocer un problema de salud como
resultante de inequidades y desigualdades preexistentes obliga a elaborar
políticas correctivas que no se limita a culpar al obeso por lo que comió, al
accidentado por su imprudencia, al diabético por el mate dulce, al canceroso
por lo que fumó, a la mujer con embarazo de riesgo por no acudir a los
controles y etc, etc, etc, sino que, tales políticas, deberán incidir sobre
todos esos determinantes sociales, económicos y sanitarios a los que hacíamos
referencia y abandonar esa excusa de sociedad suicida con que el sistema suele
disimular sus ineficiencias.